jueves, 24 de julio de 2008

El Pin Electronico

Aunque a Melinda no le gusta mucho la idea, Gates se ha emperrado en implantar el uso del «pin» electrónico hasta en el último rincón. Prendido en la solapa, el «pin» sirve lo mismo para abrir la puerta sin necesidad de llave, o encender la luz sin pulsar el interruptor, o caldear tu habitación a la temperatura ideal.
«He querido incorporar las últimas innovaciones, pero de un modo suave, poco intimidatorio», se defiende Gates. «La tecnología ha de estar a nuestro servicio; no podemos hacernos esclavos de ella, de eso estoy convencido».
«Dentro de unos años, la mayoría de las casas americanas funcionará más o menos como la mía», vaticina el «Gran Hermano». «Y al cabo de un tiempo, nos resultará extraño pensar cómo podíamos vivir sin estos inventos, como hoy ocurre con el lavavajillas o con la televisión».
El entretenimiento, por cierto, juega un papel vital: televisiones de alta definición, consolas que convierten automáticamente el ordenador
La cultura con mayúsculas también está presente. De las paredes cuelgan reproducciones electrónicas de los cuadros más valiosos del mundo. En la biblioteca reposa uno de los códices más preciados de Leonardo Da Vinci, adquirido por 3.700 millones de pesetas.
A falta de los últimos retoques, quienes han tenido el privilegio de ver la casa admiten que el resultado es deslumbrante... «Desde fuera no tiene desde luego el empaque del "palacio" de Donald Trump», sostiene el arquitecto y crítico Mark Alan Hewitt. «Pero una vez dentro el efecto es cegador. Hay un algo intangible en la alta tecnología que infunde a la vez respeto y veneración».
Quién sabe si dentro de un siglo los turistas visitarán la «cibermansión» de William Gates III con la misma curiosidad con la que hoy desfilan por San Simeón, el «pastiche» creado por su más directo antecesor, William Randolph Hearst.

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